Tentaciones Fuertes para Voluntades Débiles

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Ensayar no se considera probar, ya que la primera abarca la experiencia vivencial, mientras que la segunda sugiere el ingreso al cuerpo para degustar su sensación y valorizarlo.

Pero, independiente de la forma experimental, cuando la aceptación de lo probado o ensayado resulta asimilada, se genera un deseo de repetir la secuencia designado Tentación.

La fuerza que moviliza a la misma es el bienestar que ella genera, dependiendo de la voluntad de realización quién determina la intensidad de su apremio.

El desgaste de energía en la ejecución inmediata del ejercicio de la tentación es generada dentro del marco particular de las experiencias mediáticas.

La falta de vivencias trascendentales conforma el reinado de la tentación, ya que la misma se presenta para reemplazar, nunca para forjar, y lo único suplantable por ella es el vacío de la insatisfacción.

Si el marco social no provee de pautas impulsivas que desarrollen variadas inquietudes dentro de sus posibilidades, se sumerge al individuo dentro de una ciénaga de luz, dejando librado su impulso de crecimiento natural en las garras de la opacidad de los deseos.

Desarrollar los impulsos congénitos es el camino más accesible y económico encontrado, recurriendo al medio social para obtener el placer circunstancial, descubriendo que no sólo su persona deseaba lo mismo... por ende esta cadena generalizada evidencia un voto aprobatorio a sus futuros actos.

Si bien se requiere de una pequeña dosis en el ejercicio del empeño, ya que rendirse no requiere esfuerzos en la voluntad, la movilización abarca una gran cantidad de valores personales en juego que menoscaban lentamente al desarrollo de la personalidad y de la ecuanimidad.

Someterse a una secuencia de vida basada en estos parámetros es descubrir que la conformación humana es sólo epitelial y orgánica, cuya validez temporal se agota a medida que el transcurso del tiempo se desarrolla... culminado en un engrosamiento cebáseo sin mayor valor que su volumen memorial.

Esta decantación de la experiencia no requiere de tentaciones de gran envergadura, ya que la misma debilidad de la voluntad aumenta en consecuencia al mínimo impulso seductivo del placebo, aceptándose sometido -y justificado- en la fortaleza de su presencia... la incongruencia es el detonante del circuito!

Pero... dado que la ecuación dependiente de la tentación es inversamente proporcional a la voluntad, sólo generando un pequeño esfuerzo en el empeño se vuelca la balanza hacia la disminución de la fascinación, comenzando a crecer el impulso de las inquietudes del desarrollo personal.

Sólo resta tomar en la manos el valor de la existencia, asimilada en la secuencia de experiencias que despliegan a la personalidad en su plenitud, retomando la conciencia de ser y valorando su presencia en el escenario terrenal.