La Cosmética del Alma

Decorar lo que simplemente se observa es una tarea especializada, pero dedicarle a lo que no se puede mesurar más que en los actos, no es una tarea sencilla, pero que encuentra bastante cooperación ajena gratuita e involuntaria.

La belleza interior consiste en la suma de esfuerzos personales que conllevan tiempo y maduración, su conquista es el bien más preciado al que podemos ascender.

La expresión de este logro se refleja en la actitud, en las maneras, en la mirada escrutadora y en todas las formas imaginables con que podemos comunicarnos con los demás.

El caleidoscopio de sus formas varía con el tiempo madurativo, tanto cronológico como en la utilización de la experiencia, pasando desde lo rústico hasta la delicadeza en la pulcritud de la imagen personal, siempre resultando todas válidas acordes a la personalidad de quien porta tan particular belleza.

Saber apreciar la misma es quizás el mayor desafío a la hora de elegir, ya que buscar en las imágenes arquetípicas no es precisamente la mejor decisión, puesto que una gran parte de la humanidad atesora sus ambiciones dentro del cofre del silencio, utilizando como mecanismo de impacto el mejor perfil acomodado a la circunstancia del logro a obtener.

Por ende debemos primero definir nuestra naturaleza personal para luego poder seleccionar el tipo de producto asimilativo, ya que exaltar ciertos atributos de simpatía y cordialidad realizan el primer salto para encontrar la gracia en la aceptación general de nuestra personalidad.

Dado que maquillar requiere de una conciencia clara de que la voluntad de su realización está orientada hacia nuestro interlocutor, requiere de una franca posición ante el espejo de la verdad de nuestro ser, ya que partiendo de la misma podremos elaborar su despliegue, resulta impertinente que se arruinen los cosméticos utilizados dejando al desnudo lo más íntimo de nuestras pasiones.

Realizar un intento es apreciar en su correcta medida los resultados que deseamos, ya que no siempre tenemos presentes los objetivos, y variar los mismos de acuerdo al momento en que nos encontramos es desorientar el espectro hasta la diversificación de la idea primigenia.

Siempre obtendremos buenos resultados cuando la particularidad personal sea un presente grato para entregar, cuando quien reciba la gratitud del trato descubra el apreciar de la gracia circunstancial, dejándole una impronta difícil de retirar de la memoria.

Este logro es el acceso al universo de la gracia y la simpatía, siendo la llave de todas las puertas en todos los aires en que se rodea el ser social.

El primer factor a desintegrar en el camino al éxito es la temperamentalidad de nuestras expresiones, anteponiendo una exposición clara del maquillaje renovado y fresco, controlando la ofensa y el enojo hasta su cómoda aceptación instantánea del motivo que los provoca, cerrando las puertas de la tempestad para cuando la serenidad permita rever claramente la intención de quien emitió la semilla.

Esta modalidad del camino emprendido permitirá relacionarnos homogéneamente ante variados ambientes sociales y personalidades agudas, ya que descompaginar intenciones ajenas es quizás el deporte preferencial de quien juega al maquillaje, sin nunca recorrer caminos no seleccionados acordes a nuestras aptitudes, confesando en la intimidad nuestro alcance y fructífera capacidad social.