Le Temes a tus Colegas?

Hay varios tipos de colegas, los directos y los indirectos. Los primeros son con los que se tiene una relación sentimental -o amistosa-, mientras que los indirectos son aquellas personas con las que se tiene una relación ganancial -o laboral-.

Si bien las relaciones directas son las menos apropiadas para temerles, son a su vez las que producen mayores conflictos emocionales, así como los cambios de ánimo continuos y diferenciados.

Debido a su cercanía emocional sólo cubren el temor a perder su compañía, ya que el sólo hecho de su inmediación genera lazos fuertes y persistentes, cohibiendo cualquier intento personal de lastimar con la posibilidad del disgusto, intentando no ocasionar ninguna situación veleidosa de soberbia inocua, gestando una confianza profunda y anhelante.

La base de toda éste vínculo es la confianza en la entrega de verdades personales, incorporando a su vez similitudes sinceras que alimentan asiduamente a la densidad de la relación, disminuyendo el temor irracional que se arraiga negativamente en la conciencia del bienestar... para establecer la serenidad de la intimidad!

Precisamente son éstas relaciones los refugios de la otra alternativa, la de las relaciones indirectas, ya que la descarga de tensiones se produce cabalmente en el lugar donde la confianza se destaca como la puerta principal, que posee un mecanismo tácito de entrada y... no de salida.

La incertidumbre en lo indirecto es la pauta fundamental para descubrir éste tipo de vínculo, ya que la confianza no crece al aumentar la cercanía, sino que se mantiene estable o disminuye, dependiendo del tipo de personalidades en juego y la suspicacia con que se ligan los sucesos que se comparten.

Es posible plantear en éstas circunstancias que la medida de la entrega de confianza depende de manera proporcional a lo lucrativo de los actos en común, ya sea como compañeros de trabajo, como socios o bien como negociadores de tareas -referentes, jefes, etc.-.

La rigidez de la relación se asienta en las normas éticas de la sociedad donde se está imbuido, siendo su variabilidad la pauta de violencia en el crecimiento económico, cuyo elemento vital es el tiempo, con el intento de acelerar el mismo hasta anular el concepto de la capacidad ecuánime del ser humano en favor de la facturación impositiva.

Esta interrelación genera en su movimiento ciertas tensiones que no son acordes a la capacidad emocional de los individuos, resultando que en la actualidad globalizada se desea que con menos brazos actuantes se produzca el doble, aduciendo que el esfuerzo goza de la propiedad distributiva... pero no las ganancias!

A medida que más se profundiza en el seudo modelo mundial -que no es más que la negación a la crisis existencial-, se desvalorizan las condiciones humanas y sus particularidades en el desarrollo de las inquietudes trascendentales, a fin de someterse bajo el manto del rendimiento laboral como la única expresión humana de progreso...